
El capítulo 13 de la carta de Pablo a los Romanos es uno de los textos bíblicos más controvertidos y relevantes para la reflexión sobre la relación entre el cristianismo y la política. En este capítulo, Pablo exhorta a los cristianos a someterse a las autoridades civiles, a pagar los impuestos, a respetar las leyes y a honrar a los gobernantes. Al mismo tiempo, les recuerda que el amor al prójimo es el cumplimiento de la ley y que deben vivir como hijos de la luz, rechazando las obras de las tinieblas y vistiéndose del Señor Jesucristo.
¿Cómo entender este mensaje en el contexto actual, marcado por la pluralidad religiosa, la democracia, los derechos humanos y los desafíos sociales y ecológicos? ¿Qué significa someterse a las autoridades superiores cuando estas son elegidas por el pueblo y no por Dios? ¿Qué papel tiene la conciencia individual y la libertad religiosa en la obediencia al Estado? ¿Qué tipo de amor al prójimo se espera de los cristianos en una sociedad diversa y globalizada? ¿Qué implica vestirse del Señor Jesucristo en un mundo secularizado y consumista?
Desde una visión abierta, que se caracterize por el respeto a la autonomía de la razón, la crítica histórica de la revelación, el diálogo interreligioso y el compromiso social, se podría ofrecer una lectura del capítulo 13 de Romanos que tenga en cuenta los siguientes aspectos:
- El texto de Pablo debe ser situado en su contexto histórico y cultural, y no ser aplicado literalmente a la realidad actual. Pablo escribió a una comunidad cristiana minoritaria y perseguida, que vivía bajo el dominio del Imperio Romano, y que esperaba la pronta venida del Señor. Su intención era evitar que los cristianos se rebelaran contra el orden establecido y provocaran la ira de las autoridades, que podían interpretar su fe como una amenaza política. Pablo no pretendía dar una doctrina política universal, sino una orientación pastoral para una situación concreta.
- El reconocimiento de la autoridad civil por parte de los cristianos no implica una sumisión ciega o una renuncia a la libertad de conciencia. Los cristianos deben obedecer al Estado en todo lo que no contradiga la voluntad de Dios, que se manifiesta en el evangelio de Jesucristo. El criterio último de la obediencia no es el poder humano, sino el amor divino. Los cristianos tienen el derecho y el deber de denunciar y resistir a las autoridades que oprimen, explotan, corrompen o violan la dignidad de las personas y de la creación. Los cristianos también tienen la responsabilidad de participar activamente en la vida pública, aportando sus valores y su visión del bien común, desde el respeto a la pluralidad y al diálogo.
- El amor al prójimo es el principio fundamental de la ética cristiana, que resume y supera la ley. El prójimo no es solo el que comparte la misma fe, sino todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y especialmente el que sufre, el que es diferente, el que es marginado. El amor al prójimo implica reconocer su dignidad, defender sus derechos, promover su desarrollo, compartir sus necesidades, perdonar sus ofensas y buscar la reconciliación. El amor al prójimo también se extiende a toda la creación, que es obra de Dios y casa común de la humanidad, y que debe ser cuidada y protegida de la explotación y el deterioro.
- Vestirse del Señor Jesucristo significa identificarse con su persona, su mensaje y su misión, y dejar que él transforme nuestra vida y nuestro mundo. Jesucristo es el modelo de obediencia a Dios, de amor al prójimo y de libertad frente al pecado. Jesucristo es el Señor de la historia, que venció a la muerte y que volverá a instaurar el reino de Dios. Jesucristo es el Salvador de todos los hombres, que nos ofrece la gracia y el perdón de Dios. Vestirse de Jesucristo implica renunciar a todo lo que nos aleja de él y de su voluntad, como son las obras de las tinieblas: la inmoralidad, la violencia, la codicia, la envidia, etc. Vestirse de Jesucristo también implica esperar con fe y esperanza su venida, y prepararnos para ella con una vida santa y comprometida.
- ¿Cómo se relaciona el capítulo 13 de Romanos con la política actual?
- ¿Cuál es el papel del Estado en una sociedad pluralista y secular?
El capítulo 13 de la carta de Pablo a los Romanos es uno de los textos bíblicos más controvertidos y relevantes para la reflexión sobre la relación entre el cristianismo y la política. En este capítulo, Pablo exhorta a los cristianos a someterse a las autoridades civiles, a pagar los impuestos, a respetar las leyes y a honrar a los gobernantes. Al mismo tiempo, les recuerda que el amor al prójimo es el cumplimiento de la ley y que deben vivir como hijos de la luz, rechazando las obras de las tinieblas y vistiéndose del Señor Jesucristo.
¿Cómo entender este mensaje en el contexto actual, marcado por la pluralidad religiosa, la democracia, los derechos humanos y los desafíos sociales y ecológicos? ¿Qué significa someterse a las autoridades superiores cuando estas son elegidas por el pueblo y no por Dios? ¿Qué papel tiene la conciencia individual y la libertad religiosa en la obediencia al Estado? ¿Qué tipo de amor al prójimo se espera de los cristianos en una sociedad diversa y globalizada? ¿Qué implica vestirse del Señor Jesucristo en un mundo secularizado y consumista?
Desde una visión que se caracterice por el respeto a la autonomía de la razón, la crítica histórica de la revelación, el diálogo interreligioso y el compromiso social, se podría ofrecer una lectura del capítulo 13 de Romanos que tenga en cuenta los siguientes aspectos:
– El texto de Pablo debe ser situado en su contexto histórico y cultural, y no ser aplicado literalmente a la realidad actual. Pablo escribió a una comunidad cristiana minoritaria y perseguida, que vivía bajo el dominio del Imperio Romano, y que esperaba la pronta venida del Señor. Su intención era evitar que los cristianos se rebelaran contra el orden establecido y provocaran la ira de las autoridades, que podían interpretar su fe como una amenaza política. Pablo no pretendía dar una doctrina política universal, sino una orientación pastoral para una situación concreta.
– El reconocimiento de la autoridad civil por parte de los cristianos no implica una sumisión ciega o una renuncia a la libertad de conciencia. Los cristianos deben obedecer al Estado en todo lo que no contradiga la voluntad de Dios, que se manifiesta en el evangelio de Jesucristo. El criterio último de la obediencia no es el poder humano, sino el amor divino. Los cristianos tienen el derecho y el deber de denunciar y resistir a las autoridades que oprimen, explotan, corrompen o violan la dignidad de las personas y de la creación. Los cristianos también tienen la responsabilidad de participar activamente en la vida pública, aportando sus valores y su visión del bien común, desde el respeto a la pluralidad y al diálogo.
– El amor al prójimo es el principio fundamental de la ética cristiana, que resume y supera la ley. El prójimo no es solo el que comparte la misma fe, sino todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y especialmente el que sufre, el que es diferente, el que es marginado. El amor al prójimo implica reconocer su dignidad, defender sus derechos, promover su desarrollo, compartir sus necesidades, perdonar sus ofensas y buscar la reconciliación. El amor al prójimo también se extiende a toda la creación, que es obra de Dios y casa común de la humanidad, y que debe ser cuidada y protegida de la explotación y el deterioro.
– Vestirse del Señor Jesucristo significa identificarse con su persona, su mensaje y su misión, y dejar que él transforme nuestra vida y nuestro mundo. Jesucristo es el modelo de obediencia a Dios, de amor al prójimo y de libertad frente al pecado. Jesucristo es el Señor de la historia, que venció a la muerte y que volverá a instaurar el reino de Dios. Jesucristo es el Salvador de todos los hombres, que nos ofrece la gracia y el perdón de Dios. Vestirse de Jesucristo implica renunciar a todo lo que nos aleja de él y de su voluntad, como son las obras de las tinieblas: la inmoralidad, la violencia, la codicia, la envidia, etc. Vestirse de Jesucristo también implica esperar con fe y esperanza su venida, y prepararnos para ella con una vida santa y comprometida.